martes, 18 de septiembre de 2012

INDIA I. Pisando la tierra de Ghandi



La ciudad de Delhi es un caos de tráfico y ruido empanado por una atmósfera grisácea que casi no permite el paso de la luz del sol. Hace un calor nada compasivo y todo se mueve eléctricamente por las enormes avenidas y los callejones diminutos que componen la red viaria. La gente es muy amable, yo diría que exageradamente, pero aunque algunos tratan de ganarse tu amistad para conseguir algo, lo cierto es que otros muchos lo hacen sin interés alguno. Nos han mostrado las calles en los mapas, nos han guiado por los callejones en busca de la oficina de turismo, se han reído con nuestra mala pericia al cruzar las calles sin semáforos, se han mostrado tolerantes ante la prepotencia de nuestra NIKON. Lo mejor hasta ahora, la solidaridad de una familia que intercambió su sitio en el avión con el de Sonia, ya que la British Airways nos había separado con seis filas de diferencia. No hizo falta decir nada: una señora se dio cuenta y se ofreció a cambiar su asiento. Fue un generoso gesto que nos daba la bienvenida a este país.



Rajib Al Sahib es el conductor del taxi que nos lleva al hotel. Es natural de Lahore, sus padres emigraron a Delhi cuando era demasiado pequeño. Ha vivido en esta ciudad desde entonces y no ha salido de ella. Se gana la vida trasladando pasajeros del aeropuerto al centro de la ciudad. Lo hace bien, esquivando sin dificultad a todo el que se interpone. Los turistas se asustan, pero en cuanto comprueban su pericia saben que no hay nada que temer. Cuando los mira a través del retrovisor de su TATA INDIGO, con sus caritas de leche, sus enormes cámaras y los ojos asustados, sonríe y trata de que no se sorprendan por la cantidad de criaturas que se amontonan en las calles, que sobreviven como pueden: THIS IS INDIA, MADAM. Es un buen trabajo el suyo, dice. Conoce el trayecto tan bien como las manchas del techo del INDIGO. Sobre todo porque para él, esas manchas son las únicas estrellas del pequeño cielo donde vive y del que vive.

1 comentario:

  1. Magnifica entrada, Pedro, conmovedora como las sonrisas en las caras de esos niños.
    Me encantan las fotos de niños. Es curioso, pero en los lugares más pobres, ellos sonríen.

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