miércoles, 17 de agosto de 2011

ESLOVENIA CROACIA II. ¿Les apetece un café?

La historia de Croacia cuenta que se formaron dos ciudades sobre dos colinas: Kaptol, controlada por la Iglesia y Gradec fomentada por el estado. A lo largo de los siglos estas ciudades rivalizaron en religiosidad, comercio y prosperidad llegando incluso a conflictos y guerras entre ellos. Finalmente tuvieron que unirse para repeler a enemigos que llegaban del exterior y así fue como se fundó la capital de Croacia: Zagreb. Hoy ya no se habla (si no es históricamente) de Gradec y Kaptol, sino de la ciudad alta y la ciudad baja. Zagreb se ha convertido en una gran capital de corte centro europeo, de amplias avenidas, elegantes edificios neoclásicos, que ha crecido extendiéndose más allá de la faldas de las dos primitivas colinas y que conserva en su entorno elegantes jardines entre sus avenidas y varios bosques de castaños alrededor de su casco urbano. Pasear por sus calles es un verdadero placer, pues el centro urbano está privado, en su mayoría, de la circulación de vehículos y tan solo el tranvía y las bicicletas circulan por el asfalto. Las enormes plazas como la de Ban Josip Jelacic, con su gran estatua ecuestre en cuyo pedestal se citan los jóvenes para irse a la discoteca o al bar de moda; los jardines afrancesados como el Tomislavov, donde corretean los niños mientras los padres respiran tranquilos la tarde de domingo; la calle peatonal de Tkalciceva, lugar de concentración de bares, cafeterías y restaurantes con las mesas dispuestas en tribuna callejera para contemplar el paso de la gente; o el bulevard de Strossmayerovo en Gradec, salpicado de parejitas de arrullos y brazos entrelazados sentados en los bancos frente a unas vistas inmejorables de la ciudad baja, conforman una metrópolis que respira por fin la paz entre sus ciudadanos. Es como si aquellos antiguos habitantes de Gradec y Kaptol estuviesen condenados por los siglos y los siglos a conversar y entenderse, o a debatir y luchar entre ellos. Puede que sea esa pasión por la tertulia lo que caracteriza a esta ciudad repleta de cafés y terrazas en los que la palabra sustituye a la pantalla. Es agradable sentarse en una de sus mesas a saborear un expreso y observar el trajín de personas por la Plaza de Petar (con los Kioskos de flores) o frente al mercado de Dolac tachonado de sombrillas rojas que resguardan del sol los puestecillos de verduras, hortalizas y frutas. Las calles de Zagreb siempre ofrecen al menos un café con su terraza para compartir un rato de charla, o simplemente leer un libro (aunque sea un best seller). Sonia y yo no nos hemos privado de ese lujo, y hemos aprovechado varias de esas cafeterías para descansar los pies tras el esfuerzo por no dejar ni una calle que visitar de esta preciosa y animada capital de Croacia.
¿Les apetece un café?
Desde Zagreb, a punto de partir hacia los lagos de Plitvice, les habló Pedro Rojano.

lunes, 15 de agosto de 2011

ESLOVENIA CROACIA I. LOS REFLEJOS DE UN LAGO




Frente a nuestra mesa, las tranquilas aguas del lago de Bled, al norte de Eslovenia, se mecen a ritmo de sueño. Hemos pedido un plato de cocina eslovena a base de carne en salsa acompañada de patatas asadas y verduras al grill. El camarero larguirucho y serio chapurrea un poco de español, italiano, inglés o lo que haga falta. “Al momento señor” dice y se aleja con la comanda sorteando las mesas alumbradas con velas y rosas.
El cielo del atardecer ya tiene un azul más intenso y en el horizonte, el color lechoso de los últimos rayos, dibuja el perfil dentado de las montañas que rodean el lago. Son esas mismas montañas las que nos han acompañado durante el trayecto que hemos recorrido desde el Aeropuerto Marco Polo en Venecia hasta aquí. Nuestro Fiat Panda alquilado de color azul metálico se ha portado como un campeón circulando por unas fantásticas y modernas autovías que cruzan este país, aparentemente tan nuevo.
Y es que Eslovenia me suena poco más allá de los puntos de Eurovisión o los partidos de su equipo de futbol. Un país que ha nacido hace aproximadamente 20 años fruto de la escisión de la antigua Yugoslavia. Sin embargo, esa afirmación no es del todo correcta: Eslovenia es un país cuya historia se remonta siglos y siglos atrás. Invadido, como el nuestro, por multitud de pueblos que han dejado su impronta en él: romanos, turcos, austrohúngaros, alemanes, unido posteriormente a la primera Guerra Mundial a los croatas y Serbios, después incluido en la república socialista de Yugoslavia y nuevamente independizado en 1991.
Los eslovenos, como su paisaje de un tupido y absoluto verde, son gente muy templada, pacífica que han sabido adaptarse a los tiempos y a los pueblos que con ellos han convivido. Su historia más moderna así lo refleja: la guerra de independencia de Yugoslavia, en el caso de Eslovenia, duró tan solo diez días. Peor suerte corrieron sus vecinos croatas, bosnios, montenegrinos, albaneses, kosovares y también serbios, porque los pueblos, sea cual sea el bando al que pertenezcan, sufren siempre la locura y prepotencia de sus políticos.
En la actualidad, Eslovenia discurre segura por el cauce europeo hacia un prometedor futuro, si no lo contamina la crisis mundial que nos golpea. Esa tranquilidad es la misma que reflejan los destellos del lago de Bled al caer la tarde. Un castillo vigila la ciudad colgado desde una colina sobre el lago. Sus paredes de piedra están iluminadas por una luz cálida, plácida, que traza una línea borrosa sobre el agua, mientras satisfechos terminamos nuestro plato de cocina eslovena. El camarero trae la cuenta, una rosa y dos chupitos de licor de arándanos. Pagamos en euros, la moneda que nos une en este sueño europeo.

Desde Zagreb, capital de Croacia, les habló Pedro Rojano.