La comunicación es quizá, de las facultades del ser humano, una de las más fascinantes. Lo que ocurre es que no solemos prestarle atención. Cuando dos personas desconocidas comparten el lenguaje tienen la facilidad de transmitirse en pocos segundos cualquier información, ya sea una aclaración, una indicación, un chiste o incluso un insulto. Si no hablan el mismo idioma, puede que alguno de ellos conozca el idioma del otro logrando que se establezca el canal. Si no es así, siempre te queda escribir el nombre de una calle o señalarlo en un mapa, o puede que las letras, aunque extranjeras, te ayuden a entender lo que buscas. Por último tienes el lenguaje de los gestos, en ese caso es fácil indicar hacia adelante, que gire a la izquierda o derecha, que te traiga la cuenta, que te diga el precio de algo, que te indique cuál es el bus que tienes que tomar o el andén donde se sitúa tu tren, o simplemente que te ha gustado mucho la comida.
China es el primer país en que he
estado donde resulta complicada la comunicación, hasta el punto de que a veces
no ha quedado más remedio que dejar de intentarlo. En primer lugar yo no sé
chino, y es algo que hay que proponerse en el futuro. En segundo lugar , la
gran mayoría de los chinos con los que nos hemos topado en este viaje no saben
hablar inglés, algunos de los pocos que lo hacen tienen un acento dificultoso
unido al nuestro pues ya tienes el potaje lingüístico enjaretado. En
tercer lugar, los caracteres chinos son miles y totalmente diferentes a los
nuestros, o sea que si lo que buscas es un restaurante, un hotel, una farmacia
o la estación de autobuses, el rótulo que te encuentras está en unos
dibujitos ininteligibles . Y por último, por si no fuera poco, los gestos que
conocemos de toda la vida aquí no funcionan. Si tu interlocutor cumple los
cuatro puntos anteriores se quedará mirándote con una sonrisa cándida un rato y
hablándote en chino sin parar y lentamente (¿cómo que no me entiendes?, supongo
que dirá, si te lo estoy diciendo muy clarito), y tú te quedarás con cara de
cordero antes de ser degollado pensando… este tío me está hablando en chino.
Por eso hemos cambiado de táctica. Cuando
encontramos a alguien que sabe inglés y nos entendemos , le pedimos que nos
escriba en chino en nuestra libreta aquel lugar al que queremos llegar, o los
billetes de tren que queremos comprar, o el plato que queremos pedir en el
restaurante (porque cuando te dan la carta en chino, lo único que entiendes son
los precios). Los chinos son gente muy amable y cuando te entienden
tratan de ayudarte como sea, así que no tenemos dificultades para que nos
escriban las cosas en la libretita. Cuando llegamos al sitio indicado sacamos
la libreta y señalamos lo que queremos decir. En ese momento nos entienden y todo
arreglado, solo tienes que dejarte llevar por la dirección de su brazo para
sabe hacia donde debes ir.
Si lo que quieres es comprar un
ticket de bus o tren la cosa se complica, primero haz de guardar una cola
tremenda ya que las estaciones están siempre colapsadas de gente, al igual que
todo en este país. Menos mal que están bastante organizados. Esperas tu turno y
procuras que no se te cuelen porque al verte la cara de extranjero algunos
espabilados tratan de ganarte la posición con la táctica del sitio consumado al
estar levemente cerca de ti, o la táctica de mirar a todas partes menos a ti.
Lo más gracioso es que si se te cuelan nadie protesta por detrás de ti, es como
si todo el mundo lo aceptara. Resulta curioso que en las bullas por colocarse
el primero o entrar o salir de algún sitio, la gente se empuja sutilmente, se
pisan, y nadie protesta, únicamente fijas la mirada en tu objetivo, empujas y
avanzas como sea.
Cuando llegas a la taquilla, le
enseñas la libreta, la persona que te atiende sonríe y lee, y afirma con la
cabeza que lo ha entendido (aquí tienes que rezar para que lo que escribió la
del hotel sea exactamente el lugar y la hora a la que querías viajar). El
problema está cuando te entrega los billetes (¿el coste? No es un problema, te
lo muestra en la calculadora y le pagas) te indica con los dedos el andén desde
donde sale el autobús (en las estaciones de trenes es más fácil porque aunque
todo está en chino, si sabes tu número de tren, puedes comprobar en los paneles
electrónicos en qué anden está situado. Andén también lo pone en chino, pero lo
intuyes). En el caso del bus, si tu andén es del uno al cinco, las señas
con la mano son iguales que las nuestras, pero si es del 6 al 10 ¡ay amigo, la
has liado!, pues las señas son diferentes… chino.
Moverse por este
país está siendo una emocionante yinkana, pero muy divertida, porque siempre
somos ayudados por la buena voluntad de sus amables gentes, pero en cuanto
llegue a Málaga me pongo a estudiar chino…ya lo decían “er cabesa y er culebra”…
¿eso que es chino?, po tríncame el pepino!!!!
Pedro Rojano
Pedro Rojano