domingo, 19 de agosto de 2012

CUBA IV. UNA PLAYA Y LOS CERDOS


¿Y cómo son las playas del Caribe? Me preguntaba Sonia de camino a la ciudad de Trinidad. Yo recordé mi último viaje a Cuba y traté de contarle el turquesa del mar, la arena con la textura y el color de la harina, la sensación de isla desierta... Luis Cuba, el maitre del restaurante del centro Vasco donde cenamos una de nuestras noches habaneras, nos había recomendado visitar la playa de Yaguanabo, en el camino de Cienfuegos a Trinidad. Según sus palabras:

“Un lugar paradisíaco bajo un puente que cruza el río. La naturaleza allí es exuberante y puedes bañarte en el agua del río que se adentra en el mar. Para comer, hay un guajiro allí resguardado del sol por su sombrero de paja que saldrá a pescar un buen pez para asarlo y comerlo en su casa guarnicionada por deliciosas viandas”.

La imagen bucólica nos sugería un paraíso terrenal que al mezclarlo con mis recuerdos de las playas de Cuba, nos lanzó disparados hacia aquel punto subrayado en nuestro mapa de carreteras.

Cuando llegamos a la playa esto fue lo que encontramos:

El puente no era más que un enorme viaducto que soportaba la carretera hacia Trinidad. La enorme sombra que proyectaba sobre la franja costera era aprovechada por cientos de cubanos que, de esa cómoda forma, no necesitaban llevar sombrilla. Bajo el puente también se disponían decenas de puestecitos con barbacoas donde se freía pescado, se vendían refrescos, pizzas, arroz, frijoles, fruta, y otras cosas. Los bañistas se agolpaban junto a los puestos comprando platos de comida, o en un enorme Rancho del que manaba música en cascada y donde muchos chicos y chicas sudorosos se frotaban unos con otros para bailar el regetón.

Buscamos un hueco a la sombra del puente. Fue difícil, pues por todos lados había toallas, bolsas, latas de refrescos, colillas, platos, botellas de ron vacías, desechos de comida... Ah! y dos cerdos que se alimentaban de los desperdicios de los bañistas. Podemos demostrar lo de los cerdos. Nos sentamos junto a la desembocadura el río y con algo de sombra del viaducto.

Muchos bañistas disfrutan de la playa metidos en el agua disfrutando del agua templada y del ron. Por eso encuentras a algunos de ellos un poco alegres saliendo del agua. Un vecino se puso a beber junto a nosotros salpicándonos con sus vasos de ron, y hasta una niña quiso comerse su cucurucho de helado encima de Sonia, hasta que ésta sintió las gotas frías y derretidas y levantó los ojos para decirle a la niña: ¡Oye, Oye, acere, ¿que tú podrías ponerte un poquito más allá Muchaaacha?

No duramos mucho en aquella primera playa cubana, el agua era verde caqui y la arena no era harina, más bien era mezcla de tierra de río con desperdicios de plástico. Salimos pitando, y con hambre, pues era la hora de comer y aquel guajiro solitario que imaginamos estaría de vacaciones.