En ciertas ocasiones, en la India no funcionan las mismas normas tácitas de convivencia que en Europa, al menos en la práctica. Por ejemplo, allí es habitual aplicar lo que denominaré "La ley del hueco". A los que les guste el baloncesto me entenderán cuando les diga que en la India la preferencia la tiene quien gana la posición. En el trafico no hay carriles, ni siquiera se respetan los usuales dos sentidos en las carreteras. De esa forma vimos pasar tres coches a la vez, con idéntica dirección (dos adelantando) en una carretera de doble sentido (dos carriles) cuando por el otro carril llegaba pitando como loco otro vehículo en sentido contrario. El caso es que tú cierras los ojos y cuando vuelves a abrirlos, no te lo explicas pero sigues vivo. Y es que, según la norma india "no escrita", los vehículos que adelantaban habían ganado la posición y el coche en sentido contrario tiene por tanto que tirarse a la cuneta para esquivarlos.
En la ciudad es muy divertido porque los coches, motos y trickshaw circulan buscando el hueco para pasar, y las direcciones pueden ser verticales horizontales y oblicuas. ¿Angulo muerto? aquí el ángulo muerto es el hueco: si alguien lo ocupa, amigo, has perdido; tienes que frenar si no quieres tragártelo. Creo que ya comenté que los coches no llevan espejos retrovisores exteriores... (ahora se explica, ¿no?)
Pero la ley del hueco también funciona en las colas, por ejemplo cuando fuimos a sacar un billete de tren, vimos que había una cola de personas que más que una cola ante una taquilla, parecía el varal del trono de la Esperanza. Todos muy juntitos, con el pecho pegado a la espalda y compartiendo sudores. Como amigos vamos. Nosotros nos situamos a una distancia prudencial de nuestro predecesor, y nuestra sorpresa fue que a cada instante alguien ocupaba el hueco delante de mí: ¡¡Excuse me!, ¡Excuse me! ¡EHHHHH! ¡que no TE CUELES! Ninguno reconocía colarse y allí se quedaban ocupando su lugar en la cola por delante mía. Los demás no decían nada, sonreían y parecían entender lo que nosotros no. Entonces decidí olvidar las buenas costumbres y me pegué al colega de delante (ese que me acababa de robar el sitio), nariz en su cogote: sin comentarios. Todo iba bien hasta que casi llego a la ventanilla, entonces tuve que seguir manteniendo cerrado el hueco y mientras le despachaban el billete al señor de delante, tuve que estar cerrando el hueco por los laterales con los brazos y con la cabeza encima de la de mi predecesor porque también hay hueco por arriba.
Ahí no acaba la cosa.
Cuando te toca el turno, el que ya ha finalizado su gestión tiene que salir, entonces tienes que dejar que salga sin perder la posición. Se produce una lucha, el árbitro no pita personal y entonces empujas a un lado y a otro con las caderas y consigues la posición con la cara puesta en la ventanilla y dejando tu trasero al amparo de algún desconocido. Ya lo has conseguido, solo queda encestar, para ello tendrás que entenderte con el funcionario del tren, que por lo general, no sabe inglés.
La ley del hueco a veces es dura, pero al final, cuando consigues entenderla, solo tienes que remangarte y salir a la cancha.
¡¡¡Fantástica!!!
ResponderEliminarMuy visual esta crónica, puedo imaginarte empujando. Yo con mi sangre siciliana comenzaría a gritar y a madecir, ja, ja, ja
ResponderEliminarHola, Pedro. Me alegro de que te gustara La cadena, para mi fue mi primer relato publicado en revista, subidón. Leí tus relatos de los libros de Punto y seguido y debo informarte que en mi escala de gustos todos recibieron un "bien". Tu crónica de la India me parece muy bien escrita y divertida (de leer). La situación la conozco pues tengo una hija viviendo allí desde hace dos años y también nos envía sus crónicas. La más simpática fue las de las peleas para subir aun autobús en el que al final cada pasajero tenía su asiento. Venga, nos leemos.
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