Bundi |
"Kim, contraviniendo
las ordenes municipales, se hallaba sentado en el canon Zam-Zammah,
que reposaba sobre su plataforma de ladrillo frente a la vieja
Ayaib-Gher, la Casa de las Maravillas, nombre que dan los indígenas
al museo de Lahore."
Kim |
Así comienza KIM, la
novela de Rudyard Kipling. Os escribo esta crónica desde Bundi, una
pequeña ciudad rural perdida en el centro del estado de Rajastan,
concretamente desde el Sawa Mahal, un palacete frente a un lago,
lugar donde este insigne escritor se recluyo para escribirla. Sentado
en un balconcito con tres arcos de estilo árabe, con el lago en
calma, el sonido de los pájaros y el sonido de un canto femenino en
la lejanía: no me extraña que encontrara la tranquilidad necesaria
para llevar a cabo tamaña obra. Hemos leído un fragmento con el fin
de resucitarle unos instantes y comprobar si aun queda algo en el
ambiente que nos acerque a su protagonista. Estoy seguro de que el
chela Kim seguirá escondido tras las vidrieras de color de alguna de
las habitaciones, o quizás disfrazado de mono, pues con sus técnicas
de espionaje seguro que tendrá estudiados todos nuestros
movimientos.
Me emociona pensar que
las líneas que voy leyendo en este viaje se escribieron aquí, puede
que en este mismo asiento frente al lago. Cada vez que Kipling
levantara la vista del papel tendría la misma perspectiva que yo
estoy viendo.
Vista del lago |
Montados en bicicleta,
Sonia y yo hemos seguido alejarnos de Bundi, hemos seguido la ribera
del lago sobre la que flotan enormes nenúfares de los que emergen
como periscopios las flores de loto, con un color rosáceo que brilla
al contacto con la luz. Durante el trayecto, nos atrajo el trasiego
de personas -la mayoría mujeres- que caminaban pegadas al arcén.
Con sus saris de colores hacían florecer del asfalto una nueva
primavera en Agosto. Todas nos sonreían, nos saludaban con la mano,
Hello, hello!
Cuando llegamos a final
del recorrido, comprobamos que se trataba de una especie de
peregrinación a un templo situado en lo alto de una colina visible
desde el lago. Aparcamos las bicis y nos unimos a la fila de devotos,
parecíamos nazarenos por la calle Larios porque todo el mundo quería
estrechar nuestras manos sudorosas. Algunos querían que le sacásemos
una foto, mostrando sin pudor alguno su sonrisa manchada de tabaco de
mascar. Ascendimos absolutamente rodeados hasta que llegamos
exhaustos al final de la escalinata, con el sudor empapando la
camiseta.
Ha sido una de las
mejores experiencias en este país de gente amable, como dice Kipling
en su novela: "gentes dóciles y de increíble simplicidad"
La gente es el monumento mas apropiado para definir la cultura de un
pueblo, y es por ello que debemos tratar de recogerlo con nuestras
parcas palabras, como lo hizo aquel maestro desde el Sawa Mahal,
lugar desde donde escribo esta crónica.
Gente encantadora |
Es curioso como a esa gente le encanta la cámara. Hay pueblos que le temen...
ResponderEliminarY es genial porque son muy fotogénicos.
Me quedo ensimismada mirando los colores. Ensimismada... y el eco de la crónica, que los acompaña...
ResponderEliminarTengo la novela Kim desde hace años y siempre me ha intrigado el nombre, ahora tendré que leerla para estar ahí dónde tú has estado con Sonia, me encanta el colorido y las caras de esas personas, se ven alegres y a gusto contigo. No sé como haces para comunicarte, para encontrar esos rincones exóticos lejos del barullo de los turistas. Claro para eso hay que ser un viajero incansable en busca de historias y lugares recónditos.
ResponderEliminarPedro, me encantan tus viajes y sobre todo que los compartas con nosotros.
abrazos